Las hermanas, fieles al Carisma heredado de nuestros Fundadores, nos fijamos como norma suprema de vida el seguimiento de Cristo Redentor tal como lo presenta el Evangelio (cf. c. 662; PC 2 a), continuando su acción redentora, irradiando el amor misericordioso de Dios, para proclamar la Buena Nueva a los pobres y abandonados (Lc. 4, 18). (C#3)
- Ser Misionera de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es un reto, pero sobre todo es un compromiso vivir como seguidora de Cristo Redentor. Esta herencia la recibieron nuestros Fundadores, pero a la vez toda MPS es partícipe de este Don de Dios. Las Constitución No. 3 nos dice muy claro “…norma suprema de vida, el seguimiento de Cristo Redentor tal como lo presenta el Evangelio…”. En las Sagradas Escrituras, Lucas nos dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el Evangelio a los pobres; me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos” (Lc 4,18).
- “Nuestra primera y principal aspiración como MPS ha de tender a hacernos del todo receptibles al espíritu y sentimientos de Cristo Jesús. Dejarnos saturar y modelar tan profundamente por los mismos, que nos lleve a una identificación de vida, lo más perfecta posible, con su misma persona. Esto requiere que el Evangelio y la persona del Señor no han de quedar reducidas para nosotras a una pura ideología; ni siquiera a una simple “teología de la mente”. Debemos conseguir que sean para nosotras una auténtica “teología del corazón”. Teología hecha vida, que nos lleve a una transformación mística en el mismo Señor. Aquí también debemos hacer nuestro lo que decía san Pablo: “Reflejamos la gloria del Señor; nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente. Tal es el influjo del Espíritu del Señor” (2Cor 3,18).
- Estudiar el misterio de la Redención, y el repasar la vida redentora y la muerte salvadora de Jesús, nos debe llenar de gozo y de esperanza. Sólo el amor es la explicación de la vida y muerte de Jesús, desde su nacimiento a su final. Sólo el amor nos puede salvar de nuestros pecados. Sólo el amor nos puede abrir los ojos a lo que Jesús representa en nuestra vida personal y comunitaria.
- ·La misericordia es propia de Dios que mira a fondo el corazón y conoce los pensamientos e intenciones de cada ser humano; por lo tanto, la misericordia debe ser una experiencia real en cada Misionera de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de tal manera que, su propia vida, con su historia personal, sea transformada, aceptada y transmitida en cada uno de sus gestos, palabras y acciones; que encontró a Dios y le mostró que sólo el amor da la capacidad de amar y aceptar a los demás.
- Proclamar, anunciar, pregonar, manifestar, predicar… la Buena Nueva ¿a quiénes? a los pobres y abandonados; para eso estamos llamadas las Misioneras de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, según lo que enuncia la Constitución mencionada.